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martes, 10 de julio de 2012

Un día en la vida

Parque en Intel
Los días tienden a ser iguales al menos que nosotros hagamos la diferencia. Quienes me conocen saben que es mi costumbre tratar de que las acciones diarias no pasen sin pena ni gloria. Por eso en mi primer día en la nueva oficina no pude ser menos y arranqué con algunas curiosidades.


Vieron esas películas en las cuales a la nueva empleada le pasan las cosas más bizarras,  bueno, así me sentí durante todo el lunes. Comencé derramando un vaso completo de café sobre el escritorio, el desk de otra persona en vacaciones y tuve que rápidamente a otro box del cual robé sin culpa una caja de servilletas para tratar de para el desastre y evitar el manchón en la alfombra. En medio de esta operación, un vecino de zona vino a saludarme y me tendió su mano, gesto que no pude más que responder con mí MANO toda pegajosa y con cara de “Aquí no pasó nada”.


Luego de este papelón me fui con mi computadora bajo el brazo a buscar al técnico de PC en zona, ansiosa por alejarme de aquella vergüenza. Lo que encontré no dejo de sorprenderme y llevarme a la conclusión de que los técnicos son iguales en todos lados, pero eso esta afirmación será parte de otra crónica.

Sin duda lo mejor llegó a mediodía, cuando en un almuerzo de despedida, al que fui invitada, no tuve mejor idea que pedir mi plato en tamaño “dinner”. Sí señor, la comida se mide en Dinner and Lunch, y claro, lo que no sabía esta pobre porteña es que la opción nocturna ofrece cantidades que servirían para saciar a tres personas de mis dimensiones. Una vez más, con mi mejor cara, aceptada el plato mientras algunos colegas sentados a la mesa  me decían con alegría “Welcome to US”.

Pero la cosa no termina aquí, luego de mi amable altercado con el señor del cable volví a la oficina feliz de encontrar un estacionamiento tan cercano a la puerta que no fuera ni para discapacitados ni carpool. Claro, ilusa de mí, cuando volví a mi vehículo me encontré con un documento en mi parabrisas que me indicaba que había cometido una violación de la ley, me había estacionado en las cocheras dedicadas a la seguridad. Ustedes pensarán, seguro que Sol quiso sacar ventaja, pero no, la indicación de “Security” estaba en el piso casi despintada y  bajo el sol oregonense y sin gafas jamás me anoticié de mi falta hasta leer la boleta. Afortunadamente sólo se trataba de un aviso, comunicación que tendré más que en cuenta para próximas selecciones furtivas, más vale caminar que terminar con un cartel de “Buscado”.

Con la cola entre las piernas por las extrañas situaciones del día y con la esperanza de salir de mi comedia personal,  luego de mi cena de bienvenida volví a mi hogar con la panza llena y una nueva lista de aprendizajes que les aseguro, no olvidaré.

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